Estaba decidido, festejaría mi cumpleaños en la Sala Festival donde anunciaban el espectáculo “Tango No Tango”, del húngaro Laszlo Budai. El tango es demasiado folk, demasiado profundo y demasiado sofisticado para que los extranjeros puedan disfrutarlo directamente. Por eso en todas las capitales hay mediadores que se encargan de adaptarlo a cada cultura. Si no fuera por ellos, el tango no estaría tan universalmente difundido o quizá sólo sería conocido por eruditos, o como una manifestación cultural externa con pocas posibilidades de incorporarse a la vida cotidiana de los extranjeros (es lo que le ocurre a las tumbas egipcias o el teatro Kabuki, por ejemplo). Los difusores del tango en el exterior generalmente son bailarines avanzados que viajaron muchas veces a Buenos Aires y terminaron transformando su hobby en una profesión. Yo los llamo afectuosamente Mr Tango. Algunos son megalómanos o pintorescos. Otros son realmente buenos y bien ubicados. En Hungría Mr Tango es Laszlo Budai y es el mejor Mr. Tango que conozco (www.budaitango.hu).
“Tango no tango” está protagonizado por un par de músicos,
una buena cantante (¡con excelente pronunciación!) y unos veinte bailarines que
nos muestran con respeto y elegancia las distintas formas del tango: el antiguo
tango que se bailaba en las calles, el de las milongas, el de los salones, el
de los grandes escenarios y hasta ciertos toques de tango que se pierden entre
los pliegues de la danza contemporánea. Laszlo Budai administra sus recursos
con sabiduría y le encomienda a cada bailarín los pasos para los que está mejor
preparado. El Mr Tango húngaro muestra grandeza al cederle el saludo final a los
argentinos Christian Duarte y Lilach Mor y sabiduría en la elección de su compañera de baile (estupenda Andrea Pirity).
Me emocionan hasta las lágrimas cuando bailan con una pelota de fútbol y
vestidos con la camiseta del equipo nacional argentino. El tango, la bandera
celeste y blanca y el fútbol se hicieron presentes sobre uno de los escenarios más
prestigiosos de Budapest y el público aplaude con entusiasmo. Parece que mi
cumpleaños no será tan triste después de todo.
Pero hay más. Cuando ya me estaba preparando para ir a casa
a apagar las velitas, Laszlo Budai interrumpe la ovación final y….¡me convoca
para que suba al escenario! Budai explica que hoy es mi cumpleaños y el aplauso
de las 600 personas que colmaban la platea me hace temblar las piernas. Gracias
a todos ellos por acompañarme en la celebración de mi primer medio siglo. Al final
tuve la fiesta de cumpleaños más concurrida de mi vida. Definitivamente el
tango y Budapest nos tienen reservadas más sorpresas de lo que yo pensaba.
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